En las cárceles de Quintana Roo, la visita familiar parece ser un alivio para muchos reclusos… excepto para las mujeres. Según declaraciones recientes, ellas enfrentan una realidad desoladora: el abandono absoluto.
“Cuando una mujer cae a prisión, parece que cae en una total desgracia”, afirmó un funcionario, subrayando el drama que rodea a las privadas de libertad, declaró Francisco Jiménez, asesor del Cereso.
Mientras los hombres reciben visitas de manera constante, las mujeres son olvidadas.
“Si alguien es abandonado en las visitas familiares, son las mujeres”, añadió. Con pocas o ninguna visita, estas reclusas se convierten en víctimas no solo del sistema judicial, sino también de sus propias familias, que las dejan al margen de la sociedad.
Las autoridades han intentado implementar un “reordenamiento” en las visitas familiares, priorizando la convivencia sana entre los reclusos y sus familiares.
Sin embargo, para las mujeres la situación sigue siendo alarmante. “Vienen a visitar a los muchachos, pero muy pocas vienen a ver a las mujeres”, lamentó el funcionario.
Esta realidad plantea una pregunta inquietante: ¿quién vela por las mujeres tras las rejas? Con un sistema que parece más punitivo que rehabilitador, las privadas de libertad enfrentan un doble castigo: el de la ley y el del olvido.