
En un modesto hogar con piso de tierra, rodeado por el aroma de flores frescas y la tristeza contenida de quienes la amaron, Francisca Mariner finalmente descansa en paz.
Su madre, Maria Patrón, pasó cuatro años buscando respuestas, recorriendo caminos interminables con la esperanza de encontrar a su hija con vida. Ayer, esa búsqueda terminó de la manera más desgarradora: Francisca siempre estuvo en el SEMEFO de Cancún.
El ataúd de madera que ahora guarda los restos de Francisca es sencillo, pero está cubierto de amor. Amigos, vecinos y familiares han llegado a la casa para despedirse.
En silencio, colocan flores sobre la caja, velas encendidas que iluminan el dolor de una familia rota, pero también la fuerza de una madre que nunca dejó de buscar.
Francisca deja atrás un hijo de apenas cuatro años, que juega inocente entre los dolientes, sin comprender del todo la magnitud de lo que ocurre. En sus pequeñas manos lleva una flor, que con cuidado deposita junto a su madre, acompañado por la mirada de consuelo de quienes prometen no abandonarlo.
La escena es tan desgarradora como conmovedora. En medio del duelo, hay quienes recuerdan con cariño la risa y el espíritu libre de Francisca
El adiós a Francisca no solo marca el final de una búsqueda, sino también un llamado para que otras familias no vivan el mismo calvario.